Crear,
es la página en blanco que tomamos como reto y que debemos
afrontar con las herramientas necesarias para llegar a buen término.
Del proceso de aprendizaje, se espera que obtengamos las capacidades
necesarias para que cualquiera que haya pasado por el período de
formación, sea capaz de resolver las cuestiones que se le planteen.
De esta idea, surgen las dudas que a estas alturas, quizás no
tendrían que darse.
Parece
ser, que para muchos, las soluciones a problemas que se presenten,
son abordables simplemente desde un punto de conocimiento de los
medios técnicos y sus procesos relacionados, considerando que no es
necesario otro planteamiento que el simple hecho del trabajo de
taller, confiando en su capacidad de creación, y en haber conseguido
una imagen de sí mismos como artistas.
En
el ámbito que nos encontramos la capacidad creativa parece que se da
por por el simple hecho de haber pasado cierto tiempo por las aulas
de una facultad de Bellas Artes, y que esto, permite realizar
cualquier cosa a partir de la genialidad de cada uno, sin necesidad
de preguntarse de dónde a surgido aquello, si tiene realmente
contenido, o si acaso tiene alguna intención el producirlo. La
actitud de reafirmación hace que difícilmente nadie, ni siquiera
uno mismo/a puede cuestionar lo producido. Parece ser que sólo es
suficiente el momento de la ocurrencia, el capricho, y tan sencillo
como aplicar las destrezas aprendidas, sobre todo manuales, para
llegar a su materialización. En esta tarea parece ser que para el
artista no hay cabida para el conocimiento, la investigación, la
meditación y sobre todo que no hay método alguno. Esto hace
preguntarnos si es suficiente confiar en estas nociones para nuestros
intereses.
En
estas circunstancias, el cuestionamiento de lo aprendido con el ánimo
de conseguir esa pretendida autonomía una vez fuera, lleva a
efectuar comparaciones en otros campos para intentar saber hasta qué
punto habríamos adquirido la madurez necesaria.
Como
ejemplo, aquellos que se dedican al pensamiento, análisis,
información, y necesiten mostrarlo de manera convincente, se da por
supuesto que hayan asumido métodos y formas para mostrar lo que
quieran decir. Es difícil pensar que cualquier estudiante de periodismo no
sea capaz de realizar un escrito con unas pautas mínimas, sin tener
que depender sólo de su ingenio. O que un estudiante de filosofía
no construya un análisis convincente sin poseer una estructura como
herramienta. En estos casos cualquiera que ponga en marcha estas
maneras podrá moverse partiendo de una base, y que posteriormente
según sus propias habilidades y horas de trabajo demostrará. En
nuestro caso, a la inversa, parece ser que sólo una minoría,
poseedora de ese toque divino, será capaz de afrontar distintas
propuestas o plasmar aquello que le interese cuando acabe.
La
ausencia de contenidos dirigidos a poseer métodos o sistemas de
trabajo orientados a su investigación, documentación, conocimiento,
información, referencias, desarrollo, etc, como antesala a lo que va a estar
visible, deja al estudiante de Bellas Artes “cojo”, incompleto.
Esto es, a merced de su propio ingenio, clarividencia o inspiración,
sin garantizar además de que aquello no sea un ejercicio de
autocomplacencia o totalmente banal.
La
adquisición de fórmulas y métodos conformarían pues al estudiante
como un todo: conocedor del oficio (técnicas, proceso, materiales,
etc) y capaz de abordar cualquier tema de su interés desde un punto
de vista “intelectual” o como “estudioso” no apareciendo como
un simple hacedor, sino como alguien con mirada reflexiva.
De un tema inicial, su estudio, conocimiento de lo que
se trata pero desde una visión particular, su profundización hasta
cierto punto... El respaldo que supone poseer maneras estructuradas y metódicas
pueden ayudar a que esa idea posea más riqueza fruto de su
investigación, resultando particular y sabiendo defenderla fruto lo
que hemos estado buscando.